Imperio Otomano

El imperio otomano inició en el siglo XIV en Turquía, su imperio en Europa se extendió en Albania, Bulgaria, Chipre, Grecia, Kosovo, Montenegro, Los Balcanes, Turquía y Rumania, mientras que en Asia se apoderó de Mesopotamia, Arabia Saudita, Armenia, Israel, Kuwait, Líbano, Yemen y Siria. En 1512 el Imperio Otomano llegó a su apogeo, durante esta etapa su posición económica y política fue de primer orden en todo el mundo. Los otomanos estaban divididos en dos estratos sociales, para pertenecer al primero era necesario entregarse al sultán, ser totalmente leal a él, cumplir con toda la religión y costumbres islámicas y comportarse a la “manera otomana”, para ser dirigente debías ser sultán, ya que esta era la figura por la cual se mantenía unida la población. Los expertos en religión eran los encargados de difundir la fe en las mezquitas y madrasas (escuelas). La religión islámica era el centro de vida social, pues ella determinada todos los comportamientos. Teocrático define a los estados que en el poder reside teóricamente Dios y es ejercido por sus suministros. Lo más importante para el sultán era la riqueza, por esto no obligaban a los países conquistados a practicar su religión, solo los hacían pagar impuestos, los hijos de los sultanes eran quienes se encargaban de vigilar esto. La afluencia de los metales preciosos de Europa de gran ayuda para la economía de los otomanos. La Guerra de Crimea fue un conflicto entre Rusia y el Imperio Otomano en el siglo XIX para intentar frenar el avance de Rusia. El imperio finalmente se desintegra en 1919 al concluir la Primera Guerra Mundial. Su causa principal fue el Tratado de Sevrès. En algunas de sus otras causas encontramos que se intentó modernizar al ejército, se tomaron medidas liberales, igualdad e implementación de los derechos humanos y comenzaron escuelas laicas. El imperio otomano entró en banca rota y grandes deudas provocaron que los países extranjeros intervinieran en sus finanzas.